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miércoles, noviembre 26, 2008

Artículo de opinión del presidente de la ANAD

LA REVOLUCION MEXICANA Y LA REACCION

Lauro Jonathan Sol Orea

Debemos suponer que cuando el Secretario de Gobernación actúa como el orador principal en la ceremonia oficial conmemorativa del inicio de la Revolución Mexicana, lo hace a nombre y en representación del presidente y de todo su gobierno, así se trate en el caso de dicho secretario, de tan solo un ex - pasante y posteriormente un asociado de Fernández de Cevallos y en el caso de su jefe -Calderón, no Salinas- de un personaje sin ninguna legitimidad.

De esta manera, podemos preguntarnos ¿a que revolución se refirió ese obeso personaje en su discurso del 20 de Noviembre?

Tenemos muy claro el hecho de que el panismo es el heredero directo de la contrarrevolución, más aún, que su nacimiento obedeció a la necesidad urgente de los terratenientes, del clero político y de los capitalistas aliados al capital extranjero, de oponerse a las políticas revolucionarias, nacionalistas y democráticas de Lázaro Cárdenas.

No debemos olvidar que en ese trascendente periodo cardenista, se realizo el más importante reparto de las tierras arrancadas a los latifundistas a favor de los ejidatarios y de los pequeños propietarios, a quienes además se les asesoró y financió para garantizar nuestra autosuficiencia alimentaria y niveles de vida dignos; que se favoreció decididamente a la organización de los trabajadores y se dio vigencia al Artículo 123; que se generalizo la alfabetización, la educación laica, humanista y socialista en todo el país; que se reconocieron los derechos laborales de los trabajadores al servicio del estado; que se expropió y nacionalizo la industria petrolera y que se proyecto a nuestra patria en el ámbito mundial como una nación soberana, democrática, amante de la paz y solidaria con los pueblos oprimidos y agredidos por el fascismo.

Tampoco debemos olvidar que es ese mismo clero político y anticristiano el que durante la colonia se apropió de casi la mitad del territorio nacional, el que siempre justifico las bestiales injusticias de los colonizadores españoles; el que torturó y masacró mediante la “santa inquisición” a miles de inocentes, con la finalidad de despojarlos de sus propiedades y de su cultura. Ese mismo clero político que siempre traiciono a la patria y combatió a Juárez y a los reformadores colaborando con los invasores gringos y franceses y bendiciendo a los emperadores Iturbíde y Maximiliano, para posteriormente coludirse con la dictadura porfirista y con el chacal de De la Huerta, siempre a cambio de conservar sus fueros y sus muchos privilegios. Fue en fin, este mismo clero romano el principal promotor del PAN y por lo tanto, sigue siendo su principal aliado como se confirmó en la elección del 2006.

Son pues los panistas, los herederos directos de los realistas y esclavistas que excomulgaron, torturaron y asesinaron a nuestro padre Hidalgo y demás patricios insurgentes; hijos de los centralistas y de los conservadores; discípulos de los polkos y de los imperialistas de Maximiliano; descendientes directos de los hacendados porfiristas, de los sinarquístas y de los cristeros, que actualmente se han sometido a los dictados del banco mundial y con él, a los mandatos del imperio yankee, así como a los intereses mercantilistas y usureros de quienes financiaron su campaña electoral.

Como pueden celebrar estos testaferros de las empresas petroleras, de las empresas transnacionales y del estado vaticano, una revolución que los privo de sus privilegios y de la posibilidad de continuar acumulando riquezas sin medida a costa del sacrificio de las mayorías.

Es cierto, la nuestra fue una autentica y profunda revolución social, que a costa de más de un millón de muertos y de infinitos males para todos nuestros ancestros, derroto no tan solo a un poderoso ejercito federal y a unos policías federales disfrazados de rurales, sino que principalmente derrumbo todo un esquema económico de producción basado en la haciendas y en la explotación inmisericorde de todos los pobladores que habitaban dentro de los grandes latifundios pertenecientes a esos hacendados.

Así, la producción agrícola, ganadera y minera, se realizaba en tales haciendas cuyos propietarios habitaban sus imponentes cascos además de verdaderos palacetes en las capitales y aún en Francia, mientras que a los trabajadores agrícolas y mineros no se les concedía ni el derecho a salir de esas propiedades, mucho menos el de percibir un salario o a tener una jornada máxima de labores.

Nuestra revolución, efectivamente desmoronó aquel sistema y nos colocó en el camino de una democracia social y de un estado laico y solidario, a través de su más importante fruto, la Constitución de 1917, ahora traicionada y pisoteada por los neoliberales.

Las conquistas de nuestra Revolución son una herencia que no debemos perder. Nuestra Constitución Federal esta vigente y es inviolable, nosotros, a diferencia de la usurpación, si debemos preservarla y celebrarla luchando por su pleno cumplimiento.

Asociación Nacional de Abogados Democráticos
www.anad.org.mx
Abogado Jhonatan Jardines Fraire
Secretario de Organización.
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