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domingo, enero 04, 2009

50 años de la Cuba de Castro

José Carreño Figueras
El Universal
Jueves 01 de enero de 2009
Al cumplirse 50 años de la entrada de Fidel Castro y sus fuerzas rebeldes a La Habana es difícil pensar que el líder revolucionario pudiera imaginar que él y su movimiento llegarían a convertirse en el mito que hoy significan.

El impacto que la pequeña Cuba ha tenido en el imaginario popular, especialmente en la izquierda latinoamericana y mundial, fue y es todavía enorme. Tal vez en directa contradicción con su tamaño. Es la historia de David y Goliat a nivel de naciones, de la formidable terquedad de un grupo que, favorecido por una simpatía casi universal, desafió y derrotó primero a un régimen represivo y sobrevivió después tanto a la hostilidad de un vecino infinitamente más poderoso como a la caída de sus aliados más importantes.

Pero es también la historia de un dirigente convencido de sus creencias y sus imperativos históricos; de un pueblo que sea por convicción, por la fuerza del régimen o por el carisma de su dirigente, ha sufrido y tolerado carencias y repelido agresiones incluso tan serias como la de Bahía de Cochinos, en 1961; que ha participado en expediciones militares “solidarias” —como Angola— y acogido y aun auspiciado rebeldes de otros países, que proclama su desafío mientras muchos de sus habitantes buscan la forma de sobrevivir e incluso de salir de su isla.

A 50 años del triunfo del Movimiento 26 de Julio, Cuba es un mito que aun desgastado por el tiempo es todavía uno en el que no se aceptan términos medios. Se simpatiza con ella y su gobierno, o no.

Pero es un régimen, también, simbolizado por su líder, Fidel Castro, que hoy está oficialmente alejado del gobierno pero que aún ejerce una enorme influencia a través de sus columnas periodísticas.

Y en ese sentido, muchos en Europa y Estados Unidos se preguntan si el gobierno revolucionario de Cuba sobrevivirá a la eventual muerte de Fidel Castro. La pregunta, tal vez más exacta, es si el gobierno revolucionario de Cuba sobrevivirá en su forma actual, sin la activa enemistad de un gobierno estadounidense que desde hace 30 años o más mantiene un bloqueo tan simbólico como inefectivo. La fuerza de la comunidad cubana-estadounidense, concentrada en un par de estados políticamente importantes, podría no sobrevivir a la muerte de Castro; la actual unidad cubana podría no superar un gobierno estadounidense indiferente o, peor aún, amistoso.

El favor de EU

Algunos piensan que el mejor favor que el gobierno estadounidense pudo haber hecho jamás al régimen del presidente Castro fue la prolongación hasta la fecha del bloqueo económico que declaró desde febrero de 1962. Su periódico refuerzo, desde limitaciones a visitas de cubano-estadounidenses hasta demandas contra empresas que comercien con Cuba o compren propiedad reclamada por cubano-estadounidenses, proveyó por un lado de razón de ser a la comunidad de exiliados anticastristas, pero también de un foco y un enemigo externo a los habitantes de la isla.

A futuro y de acuerdo con la Organización Rand un grupo de análisis que trabaja frecuentemente para el gobierno estadounidense, el problema real estará en si las instituciones cubanas sobrevivirán a la falta de los Castro: uno, Fidel, es el hombre que con su carisma llevó adelante a su gobierno pese a todo y contra todos; el otro, Raúl, es quien controla hace décadas el aparato de seguridad del Estado.

Habría que subrayar que a falta del carisma de su hermano, Raúl Castro es considerado como un hombre pragmático, flexible y que según el grupo Open Democracy está dispuesto a tratar “cualquier cosa” para salvaguardar la revolución cubana: en la década de los 80 reformó las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) con base en técnicas de administración japonesas; en los 90 y para rescatar la economía tras el desplome de su gran socio, la Unión Soviética, introdujo el dólar, el autoempleo, abrió puertas al turismo y creó cooperativas agrícolas... “Raúl ha estado comprometido con la eficiencia” mediante reformas que “tal vez” no serían contempladas por su hermano Fidel, opinó la escritora Bella Thomas en su libro Living with Castro.

Pero al mismo tiempo, según los eternos críticos estadounidenses, los disidentes son perseguidos y encarcelados, mientras en nombre de la protección del ideal revolucionario se justifican como medidas de necesidad política acciones que en otro lado serían denunciadas simplemente como represión.

Los contrastes que enfrenta el público son severos: se habla de falta de libertades pero se compensa con la realidad del país más educado del Hemisferio Occidental; se habla de los progresos culturales y científicos de Cuba pero también de racionamientos y desigualdades entre quienes viven de la economía del turismo y los que no.

En los últimos 46 años, el gobierno de Cuba ha vivido bajo la imagen de la amenaza estadounidense, una constante que hoy representa más que un gran problema, algo políticamente útil. Ciertamente, el gobierno de EU no es más comprensivo que antes respecto al gobierno de los Castro, pero Cuba perdió buena parte de su valor estratégico cuando los misiles soviéticos fueron retirados en 1962 y cuando cayó la URSS. Los coqueteos de hoy con China, Venezuela e Irán son vistos en Estados Unidos como “pataleo”, aunque los habitantes de Florida lo vean con alarma.

Inquietud por la “transición”

En términos reales, el gobierno estadounidense se preocupa más bien por la que pudiera ser una complicada transición poscastrista que arrastre a sectores cubano-estadounidenses a una situación de política interna cubana. Fidel Castro, enfermo y oficialmente “retirado” desde julio de 2006, escribe aún semanalmente sus “reflexiones” y, a pesar de su alejamiento, ejerce todavía una influencia considerable en el país que gobierna su hermano y donde las reformas comienzan a producirse.

El gobierno del menor de los Castro parece en vías de preparar el camino a un régimen “a-la-china”, uno que garantice mayores espacios a las iniciativas económicas privadas pero bajo la férula de un gobierno que mantenga el poder político. Al mismo tiempo, gana mayores espacios internacionales gracias, sobre todo, al respaldo de países que buscan diferenciarse de Estados Unidos.

Pero los Castro ya no son los guerrilleros que antes fueron. Fidel ya no es aquel líder que en 1962 exhortó al premier soviético Nikita Khrushchev desatar la tercera guerra mundial, en medio de aquella dramática “crisis de los misiles” que llevó a la salida de proyectiles soviéticos de Cuba y estadounidenses de Turquía.

En muchas áreas, el progreso de Cuba es palpable e incontrovertible, pero las acusaciones de que se trata de un gobierno autoritario, desfasado en el siglo XXI, que está en búsqueda de salidas, no han desaparecido y difícilmente desaparecerán. La realidad se ve ensombrecida por el debate entre los mecanismos de la simpatía popular y los mitos de sus críticos, especialmente en Estados Unidos.

Por puros datos resultaría difícil guiarse. De acuerdo con el anuario mundial de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), Cuba tiene un ingreso anual per cápita estimado en 11 mil dólares (México tiene 13 mil dólares; Brasil, 9 mil 500), una tasa de alfabetismo superior a 98% (México, 91%; Brasil, 88.6 %), sin olvidar un creciente número de profesionistas.

Pero también sería importante recordar que hay cada vez más cuestionamientos de la leyenda de la Cuba revolucionaria, procedentes a veces de algunas de las capas intelectuales que antes la defendían a capa y espada y de izquierdas que buscan presentarse como democráticas.

La historia de la Cuba moderna es conocida; la leyenda de sus figuras, del comandante Fidel Castro, su compañero Ernesto Che Guevara —inspirador de miles de guerrilleros en el mundo— es, de hecho, universal. La historia del viaje en el yate Granma y el asalto al Cuartel Moncada son parte del fabulario guerrillero universal.

Y sin embargo, se trata más del mito que de la realidad. Es famosa la anécdota del periodista estadounidense que relató haber visto un desfile de “cientos” de guerrilleros cubanos aunque se trataba de las mismas pocas decenas simplemente dando vueltas alrededor de la colina donde Castro y Herbert Matthews se encontraban.

Pero eso es también una inspiración para los simpatizantes de Cuba y su revolución, una revolución de lleva 50 años en el poder y hace tiempo cambió el fusil por la política.

Hoy por hoy, sin embargo, nuevas generaciones comienzan a suplir a los dirigentes de antaño. En Estados Unidos, los jóvenes cubano-estadounidenses tienen, o parecen tener, cada vez menos interés en regresar a una patria y un pasado de leyenda y más en conocer la realidad actual; el encono personal de los viejos exiliados es reemplazado por la curiosidad de sus nietos.

En Cuba, el fervor de los viejos revolucionarios parece intacto y el sistema que crearon es el orden natural para los jóvenes, que en todo caso anhelan o quieren, a la vez, lo que ven se puede obtener en otros países.

Cuba, sobre la base de logros señalados incluso por su vieja enemiga, la CIA, hoy parece acercarse a una nueva página de su historia, no necesariamente la que los Castro y su régimen desean y trabajarán porque sea, pero tampoco, ni mucho menos, la que desearían los enemigos del país socialista.

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