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jueves, diciembre 13, 2007

¿REPRESIÓN EN MÉXICO?

Esto nos lo mando nuestros compa;eros del CIRCULO VERDE.




¿REPRESIÓN EN MÉXICO?

Por Rodrigo Saldaña Guerrero

Se oye decir, a menudo, que ha renacido la represión en nuestro país. Afirmación inquietante, que debiera ser evaluada por una serie de organismos e instituciones: la PGR, la CNDH, el Deshonroso Congreso de la Unión, las iglesias, una serie de organismos internacionales. Para que podamos nosotros, el Pueblo, la máxima autoridad del país, deberíamos haber formado organizaciones no partidistas con recursos y conocimientos y habilidades especializados. Sin tales apoyos, es difícil que podamos hacer algo al respecto.

Algo que sí sabemos es que las dependencias encargadas de velar por la seguridad y demás derechos de todos los ciudadanos carecen de las actitudes, la formación, los recursos, para cumplir con esa misión. ¿Por qué preguntarnos si están haciendo lo que sabemos que no van a hacer?. Sabemos, asimismo, que fueron hechas para proteger a los poderosos, hasta atropellando a los ciudadanos, y que de hecho lo hacen todo el tiempo. Y preocupa que quienes se lanzan a las calles por algún caso en particular no parezcan tener en cuenta a los otros.

Similarmente, el cáncer del caciquismo carcome todavía las bases mismas del estado mexicano. Los caciques son gobernantes de facto que, por definición, escapan al control del estado. Violan constantemente el marco legal, sin que se pueda razonablemente esperar que sean llamados a cuentas. Lo que se necesita es una estrategia eficaz, bien pensada, tenaz, para extirpar de raíz este mal. Y no hay, que sepamos, ningún partido, poder o nivel de gobierno que tenga una estrategia tal. Uno se pregunta entonces como se espera que se erradique la violencia cuando hay una fuente de violencia tan fundamental contra la cuál no se quiere actuar. Atacar al Cacique del Día (ahora, La Maestra), y dejar a los demás en paz, es convertirse en padrino y cómplice de los caciques.

Por razones ya indicadas, la gran mayoría de los delitos en México quedan impunes. ¿Cómo es entonces que tantas personas esperan que cierto tipo de delitos encuentre respuesta eficaz, expedita, protectora de cierto tipo de personas, si no se ataca en su base esa impunidad?. Estos ejemplos hacen sospechar que muchas de las quejas sobre represión e impunidad ocultan segundas intenciones, intrigas, partidismo. Tal vez sea un ejemplo más de la costumbre mexicana de poner toda la confianza en una ley, un caudillo, un discurso, sin poner acciones que realmente puedan ofrecer los resultados que se espera.

Por fin, hay un problema con muchas de las quejas de represión, y es que algunos de los quejosos, al menos, tienen una historia de distorsión de la realidad, o, si se lo quiere decir de una manera menos controversial, de describir los acontecimientos de una manera que no puede ser compartida por otros. Se apoderan unos personajes de otras personas, las apresan, las torturan. Pero, nos dicen sus defensores, no deben ser tratados como delincuentes comunes. Lo que quieren decir, aparentemente, es que son luchadores sociales que escapan a lo tipificado en los códigos de defensa social. Si realizan acciones que, de acuerdo con esos códigos ameritan décadas de cárcel, aplicarles las penas allí señaladas sería represión.

En una pagina para la infamia, el ministro de la SCJ Aguirre Anguiano dijo que si millares de personas son torturadas no había razón para que una persona molestara a la SCJ con ese tipo de queja, y otras cosas por el estilo. En otra similar, el icónico Subcomandante Marcos consideró que los habitantes de Atenco tenían derecho a patear de la manera más salvaje a un policía, por ser éste un invasor. Los luchadores sociales, tienen todas las facultades de un gobierno sin sus restricciones. Pueden arrestar sin tener las obligaciones que se le imponen a las otras policías, pueden torturar, pueden herir, y encima de esto hay que tratarlos como príncipes de otro reino, no sujetos a las leyes que rigen a los demás mortales.

Curiosamente, estos nuevos príncipes pueden agredir y maltratar a los pobres y marginados. No son solamente los policías los que pueden ser tratados como enemigos sin derechos, a la manera de Bush, sino que además unos cuantos luchadores sociales pueden imponer su regia voluntad a sus pobres vecinos. Éstos, que se quejan de que los poderosos traten de decidir su destino, pueden hacer lo mismo con sus propios vecinos. Un puñado de activistas puede decidir a nombre de miles de personas, y ellos sí, reprimir a los que no estén de acuerdo con ellos.

Una de las razones que mueven a desconfianza en los que acarician la versión de fraude en el 2006 es que uno de sus grandes argumentos a favor de ella es la intervención empresarial en esa elección presidencial. Según ellos, un candidato presidencial puede acusar a los empresarios en general de ser unos delincuentes y similares, y los empresarios no tienen otra opción que quedarse callados. Esos políticos y sus aliados no ven nada raro en amordazar a quienes no piensan como ellos. Los empresarios no tienen buenos antecedentes en este sentido, pero ni se les puede negar con justicia el derecho a expresarse y a defenderse, ni parece posible el amordazarlos realmente. El intento de hacerlo me parece a mí represión, pero a quienes protestan contra la represión a los luchadores sociales les parece la defensa de la libertad y la democracia.

El tema de la represión es muy grave. Nos faltan fuentes confiables, no partidistas, que nos den datos duros no distorsionados por visiones partidistas o intereses egoístas. Desgraciadamente, lo que no se puede negar es que sí hay en México una agresión permanente de personas poderosas y una desprotección de las víctimas por parte de las autoridades. Demasiado a menudo los policías son cómplices de los delincuentes profesionales, si no es que sus jefes.

El poder de los caciques, aliado ahora con los capi del crimen organizado, florece. Los agentes del Ministerio Público suelen ser temibles enemigos públicos. Quien tenga dinero puede generalmente atropellar impunemente a los débiles. Y, francamente, no parece haber políticos que ataquen esta problemática eficaz y sistemáticamente; solamente las enfocan tangencialmente, en la medida en la que pueden ser manipuladas dentro de ópticas que, como el ministro Aguirre Anguiano, no les reconocen a estas tragedias gran importancia.

Si se ha de creer a ciertas encuestas, el Pri (si, el partido que se ha batido con tanto denuedo en defensa del Gober Precioso y de Ulises Ya Cayó, el Partido de los Caciques) no sólo recibe una buena calificación de los ciudadanos, sino que ¡la está mejorando!. Esto al tiempo que la SCJ ya había comenzado a perder terreno aun antes del Infame Fallo. A parte de sus otras monerías, los caciques parecen ser populares. Lo cual no les resta un ápice de criminalidad. Si quienes denuncian la represión tratan estos dramas de manera integral, tendrán toda mi simpatía. Pero hasta ahora todos parecen estar más interesados en que los caciques sean sus caciques que en acabar con el caciquismo.

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