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viernes, marzo 06, 2009

Astillero

L

as fuerzas armadas mexicanas han llegado a un momento de definición. El desarrollo de la obra de descompostura nacional que de origen ha protagonizado Felipe Calderón ha llevado al Ejército Mexicano a cumplir un papel ajeno a su esencia: lo mismo ha sido utilizado para dar viabilidad a furtivas y vergonzosas tomas de protesta presidencial que para sustituir a fuego abierto la incapacidad civil de solucionar el problema político, económico y social del narcotráfico. En ese terreno minado, los miembros de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina han cometido frecuentes violaciones a los derechos humanos y se han convertido en rígidas autoridades supletorias en municipios, estados y en el mismo ámbito íntimo y relajado de Los Pinos.

Pero, con todo lo que se pueda atribuir a esas fuerzas armadas (lo que hayan cometido por sí mismas o por órdenes de civiles empequeñecidos en el poder formal), hasta ahora se han negado a aceptar órdenes extranjeras, sean éstas directas o convenidas mediante arreglos de presuntas colaboraciones o asesorías que en realidad vayan más allá de esa letra expresa.

Ahora, ante la catástrofe de la guerra contra el narcotráfico, con un encargado de la Presidencia que en su desesperación está buscando repartir culpas (a Estados Unidos, a los demás niveles de gobierno, a los ciudadanos que inexplicablemente han aguantado barbaridades, etcétera), los estrategas militares de Washington pretenden disolver la línea de contención que históricamente ha impedido que el ejército vecino colabore con el mexicano en la solución de problemas internos. No sólo está en puerta el caballo de Troya denominado Iniciativa Mérida –que entre otras cosas permitirá al Pentágono el control tecnológico de la estructura militar y policiaca mexicana– sino la abierta pretensión de que ante un problema conjunto –como en estos días se afana en insistir el comandante Calderón, como si con tales planteamientos se quisieran justificar próximas afinidades operacionales– deben ensayarse acciones militares conjuntas jamás permitidas.

En los momentos más intensos de las protestas populares por el fraude electoral de 2006 circuló en los niveles directivos de ese movimiento la versión de que el entonces secretario de la Defensa Nacional, general Clemente Vega García, se había negado a obedecer las instrucciones verbales del entonces presidente Fox para que las tropas salieran a las calles y, en caso necesario, realizaran desalojos de plantones en el Zócalo y el Paseo de la Reforma. Teniendo como referencia el Tlatelolco de 1968, el general secretario habría pedido a Fox que las instrucciones fueran planteadas por escrito y fundamentando los motivos, para que el Ejército no volviera a ser tachado de represor por sí, sino en cumplimiento de órdenes del civil facultado para darlas.

Ahora, con la nación ensangrentada, enmedio de una guerra que nadie pidió ni aprobó, con un gobierno débil y proclive a lo extranjero (España y Estados Unidos, sus madrastras patrias) y con las garras del halcón pentagonal abiertamente decididas a hacerse del control del vecino en llamas programadas, los oficiales mexicanos tienen frente a sí la decisión de abrir las puertas a las fuerzas intervencionistas del imperio en decadencia, bajo el disfraz ovejuno de las ayudas y las colaboraciones, o mantener la tradicional distancia que corresponde a nuestra experiencia histórica y a los peligros actuales derivados de la debilidad institucional general.

Astillas

El ex presidente FCH andaba ayer de vena populachera en Baja California, donde las cosas no están para tanta alegría blindada. Primero se declaró fanático del tema ambiental, aunque luego corrigió: Quién sabe si fanático es una mala palabra. Pero, bueno, más bien, entusiasta apoyador de la energía alternativa, la energía renovable. Luego se entretuvo largamente en una historia de cumplimiento de promesas de campaña, pues a una mujer presente en uno de los actos de ayer le había apostado un mole, cuando era candidato, a que sí regresaba a verla si se hacía del poder, y ayer como premio se llevó al avión pinolero ese platillo chiloso hecho por doña Josefina (¡Oh, qué detalle del Lic.: cómo se vino a acordar en estos tiempos electoreros de que los candidatos panistas saben regresar por el mole!). Y cerró con una cápsula de pensamiento positivo y autoestima nacional entrona: “Lo importante, amigos y amigas, no es no tener problemas –dijo a directivos y trabajadores de la empresa Kyocera, preocupados más bien por los secuestros, asesinatos, balaceras y extorsiones que les podrían esperar apenas salieran de la burbuja militarizada en que el panista promotor del voto les hablaba–. Todos tenemos problemas: las personas, las familias y los países. La clave no es no tener problemas, sino enfrentar esos problemas, es atorarle a los problemas”. Filosofía calderónica pura: atorándole, que es mole de olla... En los comentarios al Astillero que se hacen en la página de Internet de La Jornada, Moika escribió, respecto a almirantes y marines gringos con ánimos intervencionistas, que “ya hay ex comandos de la marina estadunidense (Navy seals) trabajando como guardaespaldas y jefes de seguridad para los ‘dueños’ e inversionistas extranjeros que se han apoderado de las costas de Baja California, como sucede en Punta Banda, al sur de Ensenada”. Y, mientras Inocente Fox dice que no se siente el acusado por las omisiones contra el narcotráfico en su sexenio, y que tiene la conciencia completamente tranquila (aunque ya no montará un museo presidencial en el Centro Egox, entre otras cosas porque, en su versión de las uvas demasiado verdes que no se pudo comer un zorro, de hecho un museo hoy en día es un poco estático, es un poco carente de dinamismo y de visión de futuro), ¡feliz fin de semana, con el Banco de México programando ventas discrecionales de dólares para que Donadores de Campaña No Identificados (docnis) puedan comprar bancos u otras chucherías de oportunidad por temporada de crisis!

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