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viernes, septiembre 03, 2010

ENTREVISTA DE LA JORNADA CON FIDEL CASTRO -- 2a PARTE

ENTREVISTA DE LA JORNADA CON FIDEL CASTRO -- 2a PARTE

Soy el responsable de la persecución a homosexuales que hubo en Cuba:
Fidel Castro

---El bloqueo, vigente y con el agravante de que es ley en EU, dice
--- Explica sobre la homofobia de hace cinco décadas: ... teníamos
tantos problemas de vida o muerte que no le prestamos atención...
piensa cómo eran nuestros días en aquellos primeros meses de la
Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las armas, los
planes de atentados contra mi persona...

Carmen Lira Saade


La Habana. Aunque no hay nada que denote en él malestar alguno, creo
que a Fidel no le va a gustar lo que voy a decirle:

–Comandante, todo el encanto de la Revolución Cubana, el
reconocimiento, la solidaridad de una buena parte de la
intelectualidad universal, los grandes logros del pueblo frente al
bloqueo, en fin, todo, todo se fue al caño por causa de la persecución
a homosexuales en Cuba.

Fidel no rehuye el tema. Ni niega ni rechaza la aseveración. Sólo pide
tiempo para recordar, dice, cómo y cuándo se desató el prejuicio en
las filas revolucionarias.

Hace cinco décadas, y a causa de la homofobia, se marginó a los
homosexuales en Cuba y a muchos se les envió a campos de trabajo
militar-agrícola, acusándolos de contrarrevolucionarios.

–Sí –recuerda–, fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran
injusticia! –repite enfático–, la haya hecho quien sea. Si la hicimos
nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en
todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de
prejuicios.

Se sabe que entre sus mejores y más antiguos amigos hay homosexuales.

–Pero, entonces, ¿cómo se conformó ese odio al diferente?

Él piensa que todo se fue produciendo como una reacción espontánea en
las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones. En la Cuba
anterior no sólo se discriminaba a los negros: también se discriminaba
a las mujeres y, desde luego, a los homosexuales…

–Sí, sí. Pero no en la Cuba de la nueva moral, de la que tan
orgullosos estaban los revolucionarios de dentro y de fuera...

–¿Quién fue, por tanto, el responsable, directo o indirecto, de que no
se pusiera un alto a lo que estaba sucediendo en la sociedad cubana?
¿El Partido? Porque ésta es la hora en que el Partido Comunista de
Cuba no explicita en sus estatutos la prohibición a discriminar por
orientación sexual.

–No –dice Fidel–. Si alguien es responsable, soy yo…

“Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto… Me
encontraba inmerso, principalmente, de la Crisis de Octubre, de la
guerra, de las cuestiones políticas…”

–Pero esto se convirtió en un serio y grave problema político, comandante.

–Comprendo, comprendo... Nosotros no lo supimos valorar... sabotajes
sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos
tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?,
que no le prestamos suficiente atención.

–Después de todo aquello, se hizo muy difícil la defensa de la
Revolución en el exterior… La imagen se había deteriorado para siempre
en algunos sectores, sobre todo de Europa.

–Comprendo, comprendo –repite–: era justo...

–La persecución a homosexuales podía darse con menor o mayor protesta,
en cualquier parte. No en la Cuba revolucionaria –le digo.

–Comprendo: es como cuando el santo peca, ¿verdad?… No es lo mismo que
peque el pecador, ¿no?

Fidel esboza una tenue sonrisa, para luego volver a ponerse serio:

–Mira: piensa tú cómo eran los días nuestros en aquellos primeros
meses de la Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las
armas y, casi simultáneamente a ellos, los planes de atentados contra
mi persona…

Fidel revela lo tremendamente que influyeron en él y lo que alteraron
su vida las amenazas de atentados y los atentados mismos de que fue víctima:

“No podía estar en ninguna parte, no tenía ni dónde vivir…” Las
traiciones estaban a la orden del día, y él tenía que andar a salto de mata…

“Escapar a la CIA, que compraba tantos traidores, a veces entre la
misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas
maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía. Yo no voy a
echarle la culpa a otros…”, sostiene el dirigente revolucionario.

Sólo lamenta no haber corregido entonces…

Hoy, sin embargo, el problema se está enfrentando:

Bajo el lema La homosexualidad no es un peligro, la homofobia sí, se
celebró recientemente en muchas ciudades del país la tercera Jornada
Cubana por el Día Mundial Contra la Homofobia. Gerardo Arreola,
corresponsal de La Jornada en Cuba, da cuenta puntual del debate y la
lucha que se lleva adelante en la isla por el respeto a los derechos
de las minorías sexuales.

Arreola refiere que es Mariela Castro, una socióloga de 47 años –hija
del presidente cubano Raúl Castro–, quien lidera el Centro Nacional de
Educación Sexual (Cenesex), institución que –dice ella– ha conseguido
mejorar la imagen de Cuba después de la marginación de los años 60.

Aquí estamos las cubanas y los cubanos, para seguir luchando por la
inclusión, para que ésta sea la lucha por todas y todos, por el bien
de todas y todos, dijo Mariela Castro al inaugurar la jornada,
escoltada por transexuales que sostenían una bandera cubana y otra
multicolor del movimiento gay.

Hoy en Cuba, los esfuerzos por los homosexuales incluyen iniciativas
como cambio de identidad de transexuales o las uniones de civiles
entre personas del mismo sexo.

Desde los años 90, la homosexualidad en la isla está despenalizada,
aunque no deja de haber del todo casos de asedio policiaco. Y desde
2008 se practican operaciones gratuitas de cambio de sexo.

El bloqueo

En 1962 Estados Unidos decretó el bloqueo contra Cuba. Se trató de una
feroz tentativa de genocidio… como le ha llamado Gabriel García
Márquez, el escritor que mejor ha cronicado el periodo.

–Periodo que dura hasta nuestros días –me advierte Fidel.

“El bloqueo está vigente hoy más que nunca, y con el agravante, en
estos momentos, de que es ley constitucional en Estados Unidos, por el
hecho de que la vota el presidente, la vota el Senado, la vota la
Cámara de Representantes…”

El número de votos y su aplicación pueden aliviar considerablemente, o
no, la situación. Pero ahí está…

–Sí, ahí está la ley Helms-Burton, injerencista y anexionista… y la
ley Torricelli, debidamente aprobadas por el Congreso de Estados Unidos.

Recuerdo bien al senador Helms el día de 1996 en que le fue aprobada
su iniciativa. Estaba exultante y repetía ante los periodistas lo
central de sus pretensiones:

“Castro se tiene que ir de Cuba. No me importa cómo Castro deje el
país: si es en forma vertical, o en forma horizontal, eso es asunto de
ellos… Pero Castro debe dejar Cuba.”

Comienza el cerco

“En 1962, cuando Estados Unidos decretó el bloqueo, Cuba se encontró
de pronto con la evidencia de que no tenía nada más que seis millones
de cubanos resueltos, en una isla luminosa y desguarnecida…”

Nadie, ningún país, podía comerciar con Cuba; con nadie se podía
comprar o vender, ¡ay de aquel país o empresa! que no se sujetara al
asedio comercial decretado por Estados Unidos. Siempre me llamó la
atención aquel barco de la CIA que patrulló las aguas territoriales
hasta hace unos pocos años, para interceptar los barcos que llevaran
mercancías a la isla.

El problema mayor, sin embargo, fue siempre el de las medicinas y los
alimentos, que se mantiene hasta nuestros días. Todavía hoy no se
permite a ninguna empresa alimentaria comerciar con Cuba, ni siquiera
por la importancia de los volúmenes que la isla adquiriría o porque
ésta siempre está obligada a pagar por adelantado.

Condenados a morir de hambre, los cubanos tuvieron que inventar la
vida otra vez desde el principio, dice García Márquez.

Desarrollaron una tecnología de la necesidad y una economía de la
escasez, relata: toda una cultura de la soledad.

No hay gesto de pesar, menos de amargura, cuando Fidel Castro admite
el abandono en que dejó a la isla gran parte del mundo. Al contrario…

–La lucha, la batalla que tuvimos que dar nos llevó a hacer esfuerzos
superiores a los que tal vez habríamos hecho sin bloqueo –dice Fidel.

Recuerda con una suerte de orgullo, por ejemplo, la gigantesca
operación de masas que llevaron adelante cinco millones de muchachos,
agrupados en los CDR. Tan sólo en una jornada de ocho horas lograron
una vacunación masiva en todo el país, con la que erradicaron
enfermedades como la polio o el paludismo.

O cuando más de un cuarto de millón de alfabetizadores –cien mil de
ellos niños se echó a cuestas la alfabetización de la mayor parte de
la población adulta del país que no sabía leer ni escribir.

Pero el gran salto se da, sin duda, en la medicina y en la biotecnología:

–Se habla de que Fidel mismo mandó a formar en Finlandia a un equipo
de científicos y médicos que habrían de encargarse de la producción de
medicamentos.

–El enemigo usó contra nosotros la guerra bacteriológica. “Trajo aquí
el virus II del Dengue. En la Cuba pre revolucionaria no se conocía ni
el I. Aquí nos apareció el II, que es mucho más peligroso porque
produce un dengue hemorrágico que ataca sobre todo a los niños.

“Entró por Boyeros. Lo trajeron los contrarrevolucionarios, esos
mismos que andaban con Posada Carriles, esos mismos que indultó Bush,
esos mismos que dieron lugar al sabotaje del avión de Barbados… Esa
misma gente recibió la tarea de introducir el virus”, denuncia Fidel.

–Culpaban a Cuba porque, decían, había mucho mosquito en la Isla –le digo.

–¿Cómo no iba a haberlos si para combatirlos hace falta el abate, y el
abate no lo podíamos obtener: nada más lo producían en Estados Unidos? –revela.

El rostro del comandante se ensombrece:

Se nos empezaron a morir los niños, recuerda. “No teníamos con qué
atacar la enfermedad. Nadie nos quería vender las medicinas y los
equipos con los que se erradica el virus. Ciento cincuenta personas
murieron víctimas de la enfermedad. Casi todos eran niños…

Tuvimos que acudir a las compras por contrabando, aunque era carísimo.
Dondequiera prohibieron hasta traerlo. Una vez, por misericordia,
dejaron traer un poco.

Por misericordia, ha dicho el hombre fuerte de la Revolución. Confieso
mi turbación…

No precisamente por misericordia, sino por solidaridad, acudieron
algunos amigos de Cuba. Fidel menciona, por México, a los Echeverría:
Luis y María Esther que, aunque ya no estaban en el gobierno, pudieron
conseguir algunos equipos que permitieron paliar de alguna forma la epidemia.

–No los olvidaremos nunca –dice conmovido.

–¿Ya ve? –le digo. No todo han sido malas o desafortunadas relaciones
con personajes del poder mexicano…

–Desde luego que no –dice antes de que concluyamos la
plática-entrevista y pasemos al almuerzo que compartimos con su
esposa, Dalia Soto del Valle.

Desde esa terraza sideral donde se coloca para mirar y analizar el
mundo, la vida… Fidel hace un brindis por que en el mundo del futuro
tengamos una sola Patria.

“¿Qué es eso de que unos son españoles, otros ingleses, otros
africanos? ¿Y que unos tienen más que otros…?

“El mundo del futuro tiene que ser común, y los derechos de los seres
humanos tienen que estar por encima de los derechos individuales… Y va
a ser un mundo rico, donde los derechos sean igualitos para todos…”

–¿Cómo se va a conseguir eso, comandante?

–Educando… educando y creando amor y confianza.
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